miércoles, 6 de enero de 2016

El agua

El observador que transpira, como se dijo anteriormente, transpira mucho. Su obsesión por el aseo personal es lo que le permite relacionarse con los demás de manera más o menos satisfactoria. La escasa seguridad en sí mismo producto de sudar evidentemente más que los demás lo obliga a bañarse en momentos clave del día para sentirse limpio y, así, más seguro ante el resto.
El problema es que la ciudad en la que vive tiene serios problemas con el suministro de agua. Estos problemas lo afectan de menor manera que a otros porque su barrio aparentemente recibe los beneficios que le otorga el encontrarse en el camino entre el lugar de donde sale el agua y el complejo industrial de las afueras de la ciudad. En ese complejo, el agua está garantizada siempre por razones contractuales. El observador que transpira es un beneficiario colateral de ese contrato.
Sin embargo esta vez no. Toda la población quedó sin agua por la rotura de un caño y esa totalidad lo abarcó a él, que sin previo aviso abrió la canilla para rebajar con un chorro de agua fría su té recién preparado y descubrió que nada salía de ella.
El corte fue sin aviso y brutalmente democrático. Solo hay agua en el polo petroquímico por cuestiones de seguridad establecidas por escrito en el contrato.
El observador que transpira se enojó en silencio, solo refunfuñaba entre dientes mientras esperaba que el té se enfriara naturalmente. Prendió la radio en el informativo local y luego el noticiero televisivo local que le confirmó aquello que ya había escuchado por la radio: Rotura de caño, trabajos de reparación. 48 horas.
Para el observador que transpira 48 horas sin agua en verano representan una verdadera tragedia en 48 actos. Habló con su mujer y se indignaron moderadamente juntos. Actuó con rapidez: avisó que no iba a trabajar por razones particulares y acudió rápidamente al supermercado chino barrial para hacerse de suministros del líquido elemento. Se encontró con cola en la entrada y el chino en la puerta mirando el espectáculo como sin poderlo creer. Se acercó al supermercadista al que conoce desde hace tiempo. Todo el mundo le dice "Chiqui" pero el observador que transpira lo sigue tratando de usted porque no siente tanta confianza. A veces piensa que la utilización del usted le provoca alguna dificultad al dueño del supermercado, pero prefiere esa complicación a pasar por maleducado.
En un rudimentario español, Chiqui le informa que, debido a lo imprevisto del corte, el supermercado no pudo abastecerse de bidones extra por lo que pronto no tendrán agua para vender.
La profecía china se cumplió y el observador que transpira solo pudo comprar dos botellas de 2 litros 25 de agua, una de las cuales era gasificada. Olvidó que en la ciudad, por cuestiones ecológicas, ya no reparten en los supermercados bolsas de nylon, por lo que volvió con una botella en cada mano pensando en que su tragedia personal no hacía más que empeorar.
A medida que caminaba se acrecentaba su nerviosismo. Esto, junto con los 32 grados de térmica en la ciudad, lo hicieron llegar a su casa bañado en sudor.
Llegó visiblemente afectado por la situación y, mientras le contaba a su mujer lo sucedido, tomó un vaso y abrió estúpidamente la canilla buscando con qué llenarlo, multiplicando su desesperación al comprobar, o mejor dicho recordar, que no había agua. Durante el tiempo que duró la crisis hídrica el observador que transpira no hizo más que repetir inconscientemente una y otra vez la misma operación en la canilla de la cocina.
En el baño es otra cosa. El observador que transpira mira la ducha y el inodoro al entrar e inmediatamente recuerda la ausencia.
Evidentemente, bañarse con tan escasa provisión de agua se hace imposible, por lo que se vio obligado a recurrir a los surgentes ubicados en diferentes puntos de la ciudad donde el agua fluye con obscena libertad para hacerse de un poco y poder improvisar un baño.
Revisa la casa junto a su mujer. Encuentran dos bidones de 6 litros y dos botellas de 2 litros. Decide afeitarse antes de salir, para conservar al menos una de las conductas cotidianas relacionadas con el cuidado de su imagen. La operación le resulta por demás desagradable. llena por la mitad un jarrito con agua (gasificada, para ahorrar un poco de la otra) y comienza el proceso. Al sumergir la track en el jarrito, observa con desagrado que la crema de afeitar flota en la superficie y que tiene que tocar una y otra vez esa pasta usada con la track antes de volverla a llevar a su rostro. Decidió no volver a afeitarse hasta que se restablezca el servicio de agua.
Al llegar al surgente, en el momento de mayor temperatura del día, la fila de gente con bidones buscando agua era desolador. Por suerte dejó a su mujer en casa, le evitó la insolación y el mal momento. Incluso efectivos de la guardia urbana se presentaron en el lugar para evitar que la gente estacione donde no es debido para subir los bidones que iba llenando. Se puso pacientemente en la fila y se dispuso a pasar desapercibido como siempre, pero se dio cuenta inmediatamente que estaba transpirando profusamente, lo que lo llevó a sentirse observado durante toda la fila. A poco de llegar, la mujer de adelante se tomó la libertad de girar sobre su eje para dar rienda suelta a sus críticas usándolo a él como interlocutor, en lugar de insultar sola como lo venía haciendo hasta el momento. "Esto no es culpa del intendente, estos fueron los que vinieron atrás que nunca hicieron nada y acá tenés las consecuencias", decía la señora. Bufaba entre crítica y crítica y se abanicaba el rostro con la mano abierta. " Además, mire la cantidad de bidones que lleva esa gente. Tardan una eternidad en llenar todos esos tarros y mientras tanto nosotros estamos acá sufriendo el calor". El observador que transpira asiente, sonríe y asiente mientras piensa en cuántos litros necesitará una familia grande para soportar semejante clima.
Al fin le tocó el turno a la señora y pudo de esa manera sacársela de encima, a la vez que otra canilla se desocupaba y le tocó el turno a él, que entre nervioso y apurado tardó el doble de lo necesario en llenar sus bidones y sus botellas.
El retorno al auto con los recipientes fue una verdadera odisea, estaba estacionado a una cuadra del lugar y los recipientes estaban muy calientes a causa de la temperatura con la que sale el agua del surgente. Pensó en pedirle a la mujer de la guardia urbana permiso para acercar el auto, pero no quiso molestar.
Una vez en el auto, la soledad y el aire acondicionado le devolvieron algo de la tranquilidad perdida. Al llegar a destino, prefirió quedarse unos minutos disfrutando del aire fresco y el silencio antes de entrar a su casa.
El proceso de aseo con el bidón de seis litros fue sencillamente inenarrable. El saldo fue una sensación de alivio junto al orgullo de quien sortea favorablemente una situación desfavorable y un moretón en la rodilla. Le entregó orgulloso a su mujer el bidón utilizado con un sobrante de aproximadamente un litro para que ella tuviera algo más de agua para bañarse.
Mientras su mujer se bañaba, prendió la televisión en el canal local y solo encontró una novela turca que nada decía de la crisis del agua. Recurrió a la siempre fiel radio local y ahí sí pudo escuchar la voz familiar del intendente indignado por lo sucedido y dispuesto a iniciar acciones legales contra la empresa. Inmediatamente después escuchó al representante de la prestataria jurando que trabajaban contra reloj para resolver el conflicto en los plazos establecidos.
Apagó la radio esperanzado, confiando en que las voluntades de la empresa y el municipio estaban empujando para el mismo lado y que la situación se resolvería favorablemente, que los inodoros desperdician mucha agua que podríamos ahorrar como ciudad y que, con un poco de agua de lluvia para las plantas y un par de días más de licencia, la situación se podría aguantar indefinidamente. En otros lugares están mucho peor.
Al mirar por la ventana, unas nubes amenazan con traer lluvia y el observador que transpira se llena de esperanza, mientras saca la silla al balcón y le pone una bolsa de consorcio al almohadón para que no se moje

No hay comentarios:

Publicar un comentario