lunes, 20 de junio de 2011

La madre del observador que transpira cuenta un hecho de violencia que la tocó de cerca

Se veían tan lindos juntos.
Al pasear de la mano daban envidia. Laura tomada de su brazo feliz, cariñosa, hablando todo el tiempo con esa voz agudita, tratando a Marcos como si fuera un nene grande.
Marcos formal pero feliz, se reía de sus chistes y caminaba orgulloso con ella del brazo. Daba la impresión de que quisiera que todo el mundo lo viera a su lado feliz y divertido. Paseaba con su novia por la plaza del centro en esas tardes de primavera que son tan lindas en la ciudad.
Da gusto vivir en el centro. Todavía se puede pasear tranquilamente por la calle sin tener miedo a robos, secuestros o actos de violencia parecidos, tan habituales últimamente en este país. A veces las manifestaciones cortan la calle y se instalan en el sector de la plaza ubicada frente a la municipalidad, arruinando el tránsito, el paisaje y la charla con ruidos de bombos y pancartas. Pero las manifestaciones son siempre pacíficas y, más allá de esos inconvenientes, no son ninguna amenaza para la integridad de las parejas que como Laura y Marcos transitan tranquilamente sin molestar a nadie.
Esa noche celebraban el ascenso de Marcos en la empresa. Siempre fue muy eficiente, pero se quejaba de que estaba estancado porque los jefes no le prestaban atención. Por eso se alegró tanto cuando ascendieron a supervisor. El ascenso no prometía grandes beneficios económicos porque perdía las comisiones por ventas, pero le daba la posibilidad de tener otro tipo de responsabilidades, con gente a cargo y alejado de la atención directa del cliente, algo que a Marcos había empezado a aburrirle por la monotonía y el tiempo que llevaba en eso. Aparte te imaginarás que ya empezar a ser jefe es otra cosa.
Para festejar invitaron a cenar a mi sobrino Francisco y a su novia Carla, que son su pareja amiga desde hace ya mucho tiempo.
Las chicas son amigas desde el primer año de la secundaria. Pasaron la adolescencia juntas y compartían la iglesia y el grupo de jóvenes en el que trabajaban. Laura y Carla eran mejores amigas, por eso no resultó extraño que al comenzar sus respectivas relaciones presentasen a los novios entre si. Ellos se llevaron bien desde el primer momento, como amigos de toda la vida, por eso salían siempre juntos.
Lo nuevo esa noche era la cena. Cenar afuera cuesta caro y las parejas estaban ahorrando plata para otras cosas, por eso salían poco a comer, sólo en algún cumpleaños o a principio de mes cuando recién cobraban.
Carla conoció a Francisco porque mi sobrino era compañero de la secundaria del hermano mayor de ella, Esteban. Fran y Carla eran muy distintos y los 3 años de diferencia se notaban, más a esa edad, pero a fuerza de remar los dos para el mismo lado y compartir varios proyectos en conjunto llevan casi cuatro años de una feliz relación. Todos pensamos que el casamiento no tarda en llegar. Francisco consiguió un cargo ejecutivo en una casa de cambio, que le garantiza estabilidad, ascenso asegurado si hace las cosas bien, y en cualquier caso una buena suma de dinero a fin de mes. A esto se suma el reciente título en relaciones públicas de Carla, que promete un ascenso en la empresa de catering y ceremonial en la que trabaja. Carla gana poco, pero trabaja poco también, y el sueldo deja lo suficiente como para sumarse al de Francisco el día de mañana. Además la carga horaria le permitiría trabajar y a la vez hacerse cargo de la casa, porque si bien Carla odia ser esclava de las tareas domésticas, también es cierto que alguien tiene que hacerlas, y ella está dispuesta, siempre que además pueda hacer otras cosas para sentirse más útil. Yo pienso que está bien querer ser independiente, que aproveche ahora que es joven y no tiene hijos, porque después la independencia se termina y la casa demanda, aunque una lo hace con una sonrisa viendo a sus hijos jugar sin riesgos de llevarse mugre a la boca.
A pesar de los años y los proyectos, Francisco nunca fue bueno para exteriorizar sentimientos hacia su novia, o a hablar de su futuro casamiento. No es que esté en desacuerdo, pero así es Francisco, dice Carla, siempre dispuesto a hablar de cualquier cosa menos de las cosas que le pasan. Hay que saberlo entender, porque no es nada fácil. Igual cuenta Carla que cuando están solos es mucho más fácil hacerlo decir cosas lindas.
Me contó Carla que los chicos cenaron con vino de la casa, que era decente y estaba a buen precio, mientras que las chicas pidieron un vino espumante. Cenaron animadamente y al final de la noche, Marcos invitó un champagne para festejar su ascenso con un brindis entre amigos.
Las chicas, animadas por el espumante y los reiterados brindis, se subieron a cantar apenas comenzó el karaoke y retaron a sus novios a que se animaran a hacer lo mismo, desafío que Francisco acepto rápidamente porque para payasear es mandado a hacer. Marcos rechazó de plano al principio, pero después de la insistencia de la novia, los amigos y el animador del karaoke terminó por aceptar.
En estas situaciones es donde verdaderamente se nota la educación y la ubicación en las chicas. A pesar de estar alegres por el efecto del alcohol y permitirse algunas actitudes que en general no se permitirían, nunca se pasan de vuelta, nunca pierden la elegancia y las formas, aún cantando sobre el escenario entonadas por la bebida.
Se nota, cómo decirlo, la clase, con respecto a las otras chicas que terminan en escenas que provocan vergüenza ajena. Porque todos sabemos que cuando los hombres se emborrachan es una cosa, pero cuando las chicas no saben controlarse con la bebida es verdaderamente repugnante el resultado.
El karaoke terminó y empezó a organizarse la pista de baile. Laura estaba muy contenta y fue la primera en sacar a Marcos de su mesa y llevarlo al centro de la pista de baile. Carla y Francisco no estaban de ánimos para bailar, pero los siguieron unos 15 minutos por compromiso. Luego Carla fingió dolor de cabeza y volvió a felicitar a Marcos por el prometedor ascenso antes de salir del lugar del brazo de su novio.
Carla estaba tan angustiada por la noticia que se animó a contarme esto, si no no lo habría hecho ni loca. Menos Francisco que nunca cuenta nada. En fin, me contó Carla que, probablemente por efecto del alcohol, se fueron al parque a buscar un lugar tranquilo para estar solos.
Sabemos que el alcohol desinhibe, y en una pareja que lleva ya tanto tiempo, y que todos suponemos de un pronto matrimonio, sería muy pasado de moda pensar en esto como una desfachatez o un relajamiento moral. Estamos en el siglo XXI, esto es normal en parejas de esa edad, e incluso mejor que en otras épocas, en donde primero había que casarse y después venían los arrepentimientos.
En fin, un rato después Laura y Marcos salieron del lugar. Al salir hacia frío y estaba húmedo, por eso el chico de seguridad del bar, que está siempre en la puerta, contó que Laura buscó rápidamente refugio en los brazos de Marcos. Ambos estaban alegres, pero Laura avanzaba con el paso tambaleante del alcohol. De repente, uno de estos chicos de la calle, uno de esos pungas, muy alterado por causa del paco, se le acercó a la pareja y le preguntó si tenían una moneda. Esto del paco lo dijo el mismo chico de seguridad, que dice que les quema la cabeza más que las otras drogas, y asegura que con tanto tiempo trabajando en la noche detecta a un pibe drogado con paco a 20 metros.
Mi marido piensa que a esta gente hay que matarla porque no tienen solución. Piensa que hay que hacer algo cuando recién nacen, porque si llegan a los 8 o 10 años así no tienen arreglo. Yo no creo que sea tan así. Aparte no se los puede agarrar a todos, porque en esos ambientes lo único que hacen es parir hijos. Mi marido piensa que hay que castrar a las madres de esos chicos como a los perros de la calle, porque no tienen derecho a traer chicos a sufrir al mundo, sabiendo que no les van a poder dar lo que necesitan. Después los hacen pedir o robar para mantener a los padres, que son todos vagos o borrachos o las dos cosas, y terminan lastimando a personas decentes como los chicos. Igual sabemos cómo es mi marido.
Este chico, sin esperar respuesta, disparó un arma calibre 32 sobre Laurita, luego dos veces sobre Marcos, y alcanzó a efectuar un disparo contra el oficial ubicado a 20 metros de la escena que observaba los hechos atónito, antes de pegarse un tiro en la cabeza. Después se supo que era el menor de 6 hermanos y que tenía 14 años.
Pobres chicos. Justo antes de casarse, justo cuando estaban creciendo, cuando Marcos se hacía de un futuro en la empresa. No hay derecho. Un chico que ya estaba perdido en la vida termina matando a dos personas que tenían todo el futuro por delante. No le quiero dar la razón a mi marido, pero creo que hay pobres y pobres. Muchos trabajan todos los días, se las rebuscan con changas y esas cosas y terminan estudiando, hasta llegan a la universidad, como el caso del chico que se pagó la carrera de profesor en algo vendiendo café en el subte. Pero lamentablemente parece que son los menos.
Las sirenas de los patrulleros pasando por el parque asustaron mucho a Carla, entonces se terminaron yendo de ahí, a pesar de las protestas de Francisco, te imaginarás. Los hombres son así, pero también hay que entender pobre chica, no es cualquier cosa para que una sirena no la moleste en esos momentos.
El asunto es que ellos no se enteraron de la muerte de Marcos y Laura hasta la mañana siguiente, cuando mi marido, que siempre prende la radio local para escuchar el pronóstico, se quedó helado al escuchar que Laura, la chica que tantas veces vino a casa, había muerto a balazos por un falopero que quiso robarle.
Una no está muy al tanto de ese ambiente, la verdad es que habría que ayudar un poco más, pero con lo caro que está todo. Además, la falta de tiempo. No es que una no quiera, pero la verdad es que tampoco nos sobra demasiado. Vivimos bien, pero a costa de sacrificios.
El problema son los políticos. A ellos les pagamos de nuestros impuestos para resolver estas cuestiones. Ellos son los que están para servirnos a nosotros, no al revés. Ellos tienen que ocuparse de nuestra seguridad. Se la pasan hablando de derechos humanos para los ladrones y criminales mientras a nosotros nos matan como perros. Ya no se puede vivir en paz y es culpa de ellos. Los ladrones entran por una puerta y salen por la otra. No hay voluntad, no hay decisión, se perdieron los valores de la época en la que éramos chicos.
Así no se puede seguir. Así nosotros no podemos vivir. Mi esposo dijo que va a empezar a salir con la pistola reglamentaria en el bolsillo. Yo no creo que sea para tanto, pero me da miedo que salga con un arma, puede pasar cualquier cosa.

Se escucha la puerta. Es el marido. La mujer calla.