jueves, 31 de marzo de 2022

Mito de Teseo y Ariadna (Vaccarini) 4to año Zona Norte.

 MITO: TESEO Y ARIADNA.

 

 

 

Aquella noche, Egeo, el anciano rey de Atenas, parecía tan triste y tan preocupado que su hijo Teseo le preguntó:

—¡Qué cara tienes, padre...! ¿Acaso te aflige algún problema?

—¡Ay! Mañana es el maldito día en que debo, como cada año, enviar siete doncellas y siete muchachos de nuestra ciudad al rey Minos, de Creta. Esos desdichados están condenados...

—¿Condenados? ¿Para expiar qué crimen deben, pues, morir?

—¿Morir? Es bastante peor: ¡serán devorados por el Minotauro!

Teseo reprimió un escalofrío. Tras haberse ausentado durante largo tiempo de Grecia, acababa de llegar a su patria; sin embargo, había oído hablar del Minotauro. Ese monstruo, decían, poseía el cuerpo de un hombre y la cabeza de un toro; ¡se alimentaba de carne humana!

—¡Padre, impide esa infamia! ¿Por qué dejas perpetuar esa odiosa costumbre?

—Debo hacerlo —suspiró Egeo—. Mira, hijo mío, he perdido tiempo atrás la guerra contra el rey de Creta. Y, desde entonces, le debo un tributo: cada año, catorce jóvenes atenienses sirven de alimento a su monstruo...

Con el ardor de la juventud, Teseo exclamó:

—En tal caso, ¡déjame partir a esa isla! Acompañaré a las futuras víctimas. Enfrentaré al Minotauro, padre. Lo venceré. ¡Y quedarás libre de esa horrible deuda!

Con estas palabras, el viejo Egeo tembló y abrazó a su hijo.

—¡Nunca! Tendría demasiado miedo de perderte.

Una vez, el rey había estado a punto de envenenar a Teseo sin saberlo; se trataba de una trampa de Medea, su segunda esposa, que odiaba a su hijastro.

—No. ¡No te dejaré partir! Además, el Minotauro tiene fama de invencible. Se esconde en el centro de un extraño palacio: ¡el laberinto! Sus pasillos son tan numerosos y están tan sabiamente entrelazados que aquellos que se arriesgan no descubren nunca la salida. Terminan dando con el monstruo... que los devora.

Teseo era tan obstinado como intrépido. Insistió, se enojó, y luego, gracias a sus demostraciones de cariño y a su persuasión, logró que el viejo rey Egeo, muerto de pena, terminara cediendo.

A la mañana, Teseo se dirigió con su padre al Pireo, el puerto de Atenas. Estaban acompañados por jóvenes para quienes sería el último viaje. Los habitantes miraban pasar el cortejo; algunos gemían, otros mostraban el puño a los emisarios del rey Minos que encabezaban la siniestra fila.

Pronto, la tropa llegó a los muelles donde había una galera de velas negras atracada.

—Llevan el duelo —explicó el rey—. Ah... hijo mío... si regresas vencedor, no olvides cambiarlas por velas blancas. ¡Así sabré que estás vivo antes de que atraques!

Teseo se lo prometió; luego, abrazó a su padre y se unió a los atenienses en la nave.

Una noche, durante el viaje, Poseidón, el dios de los mares, se apareció en sueños a Teseo. Sonreía.

—¡Valiente Teseo! —le dijo—. Tu valor es el de un dios. Es normal: eres mi hijo con el mismo título que eres el de Egeo1...

Teseo oyó por primera vez el relato de su fabuloso nacimiento.

—¡Al despertar, sumérgete en el mar! —le recomendó Poseidón—. Encontrarás allí un anillo de oro que el rey Minos ha perdido antaño.

Teseo emergió del sueño. Ya era de día A lo lejos ya se divisaban las riberas de Creta.

Entonces, ante sus compañeros estupefactos, Teseo se arrojó al agua. Cuando tocó el fondo, vio una joya que brillaba entre los caracoles. Se apoderó de ella, con el corazón palpitante. De modo que todo lo que le había revelado Poseidón en sueños era verdad: ¡él era un semidiós!

Este descubrimiento excitó su coraje y reforzó su voluntad.

Cuando el navío tocó el puerto de Cnosos, Teseo divisó entre la multitud al soberano, rodeado de su corte. Fue a presentarse:

—Te saludo, oh poderoso Minos. Soy Teseo, hijo de Egeo.

—Espero que no hayas recorrido todo este camino para implorar mi clemencia —dijo el rey mientras contaba con cuidado a los catorce atenienses.

—No. Sólo tengo un anhelo: no abandonar a mis compañeros.

Un murmullo recorrió el entorno del rey. Desconfiado, este examinó al recién llegado. Reconociendo el anillo de oro que Teseo llevaba en el dedo, se preguntó, estupefacto, gracias a qué prodigio el hijo de Egeo había podido encontrar esa joya. Desconfiado, refunfuñó:

—¿Te gustaría enfrentar al Minotauro? En tal caso, deberás hacerlo con las manos vacías: deja tus armas.

Entre quienes acompañaban al rey se encontraba Ariadna, una de sus hijas. Impresionada por la temeridad del príncipe, pensó con espanto que pronto iba a pagarla con su vida. Teseo había observado durante un largo tiempo a Ariadna. Ciertamente, era sensible a su belleza. Pero se sintió intrigado sobre todo por el trabajo de punto que llevaba en la mano.

—Extraño lugar para tejer —se dijo.

Sí, Ariadna tejía a menudo, cosa que le permitía reflexionar. Y sin sacarle los ojos de encima a Teseo, una loca idea germinaba en ella...

—Vengan a comer y a descansar —decretó el rey Minos—. Mañana serán conducidos al laberinto.

Teseo se despertó de un sobresalto: ¡alguien había entrado en la habitación donde estaba durmiendo! Escrutó en la oscuridad y lamentó que le hubieran quitado su espada. Una silueta blanca se destacó en la sombra. Un ruido familiar de agujas le indicó la identidad del visitante:

—No temas nada. Soy yo: Ariadna.

La hija del rey fue hasta la cama, donde se sentó. Tomó la mano del muchacho.

—¡Ah, Teseo —le imploró—, no te unas a tus compañeros! Si entras en el laberinto, jamás saldrás de él. Y no quiero que mueras...

Por los temblores de Ariadna, Teseo adivinó qué sentimientos la habían empujado a llegar hasta él esa noche. Perturbado, murmuró:

—Sin embargo, Ariadna, es necesario. Debo vencer al Minotauro.

—Es un monstruo. Lo detesto. Y, sin embargo, es mi hermano...

—¿Cómo? ¿Qué dices?

—Ah, Teseo, déjame contarte una historia muy singular...

La muchacha se acercó al héroe para confiarle:

—Mucho antes de mi nacimiento, mi padre, el rey Minosla imprudencia de engañar a Poseidón: le sacrificó un miserable toro flaco y enfermo en vez de inmolarle el magnífico animal que el dios le había enviado. Poco después, mi padre se casó con la bella Pasífae, mi madre. Pero Poseidón rumiaba su venganza. En recuerdo de la antigua afrenta que se había cometido contra él, le hizo perder la cabeza a Pasífae y la indujo a enamorarse... ¡de un toro! ¡La desdichada llegó, incluso, a mandar construir una carcasa de vaca con la cual se disfrazaba, para unirse al animal que amaba!

—¡Qué horrible estratagema!

—La continuación, Teseo, la adivinas —concluyó Ariadna temblando—. Mi madre dio nacimiento al Minotauro. Mi padre no podía decidirse a matar a ese monstruo; pero quiso esconderlo para siempre de la vista de todos. Convocó al más hábil de los arquitectos, Dédalo, que concibió el famoso laberinto...

Impresionado por este relato, Teseo no sabía qué decir.

—No creas —agregó Ariadna— que quiero salvar al Minotauro. ¡Ese devorador de hombres merece mil veces la muerte!

—Entonces, lo mataré.

—Si llegaras a hacerlo, nunca encontrarías la salida del laberinto.

Un largo silencio se produjo en la noche. De repente, la muchacha se acercó aún más al joven y le dijo:

—¿Teseo? ¿Si te facilitara el medio de encontrar la salida del laberinto, me llevarías de regreso contigo?

El héroe no respondió. Por cierto, Ariadna era seductora, y la hija de un rey. Pero él había ido hasta esa isla no para encontrar allí una esposa, sino para liberar a su país de una terrible carga.

—Conozco los hábitos del Minotauro —insistió—. Sé cuáles son sus debilidades y cómo podrías acabar con él. Pero esa victoria tiene un precio: ¡me sacas de aquí y me desposas!

—De acuerdo. Acepto.

Ariadna se sorprendió de que Teseo aceptara tan rápidamente. ¿Estaba enamorado de ella? ¿O se sometía a una simple transacción? ¡Qué importaba!

Le confió mil secretos que le permitirían vencer a su hermano al día siguiente. Y el ruido de su voz se mezclaba con el obstinado choque de sus agujas: Ariadna no había dejado de tejer.

Frente a la entrada del laberinto, Minos ordenó a los atenienses:

—¡Entren! Es la hora...

Mientras los catorce jóvenes aterrorizados penetraban uno tras otro en el extraño edificio, Ariadna murmuró a su protegido:

—¡Teseo, toma este hilo y, sobre todo, no lo sueltes! Así, quedaremos ligados uno con el otro.

Tenía en la mano el ovillo de la labor que no la abandonaba jamás. El héroe tomó lo que ella le extendía: un hilo tenue, casi invisible. Si bien el rey Minos no adivinó su maniobra, comprendió que a ese muchacho y a su hija les costaba mucho separarse.

—¿Y bien, Teseo —se burló—, acaso tienes miedo?

Sin responder, el héroe entró a su vez en el corredor. Muy rápidamente, se unió a sus compañeros que vacilaban ante una bifurcación.

—¡Qué importa! —les dijo—. Tomen a la derecha.

Desembocaron en un corredor sin salida, volvieron sobre sus pasos, tomaron el otro camino que los condujo a una nueva ramificación de varios pasillos.

—Vayamos por el del centro. Y no nos separemos.

Pronto emergieron al aire libre; a los muros del laberinto habían seguido infranqueables bosquecillos.

—¿Quién sabe? —murmuró uno de los atenienses—. ¿Y si el destino nos ofreciera la posibilidad de no llegar al Minotauro... sino a la salida?

Ay, Teseo sabía que no sería así: ¡Dédalo había concebido el edificio de modo tal que se terminaba llegando siempre al centro!

Fue exactamente lo que se produjo. Hacia la noche, cuando sus compañeros se quejaban de la fatiga y del sueño, Teseo les ordenó de pronto:

—¡Detengámonos! Escuchen. Y además... ¿no oyen nada?

Los muros les devolvían el eco de gruñidos impacientes. Y en el aire flotaba un fuerte olor a carroña.

—Llegamos —murmuró Teseo—. ¡El antro del monstruo está cerca! Espérenme y, sobre todo, ¡no se muevan de aquí!

Partió solo, con el hilo de Ariadna siempre en la mano.

De repente, salió a una explanada circular parecida a una arena. Allí había un monstruo aún más espantoso que todo lo que se había imaginado: un gigante con cabeza de toro, cuyos brazos y piernas poseían músculos nudosos como troncos de roble. Al ver entrar a Teseo, mugió un espantoso grito de satisfacción voraz. Bajo las narinas, su boca abierta babeaba. Debajo de su cabeza bovina y peluda, apuntaban unos cuernos afilados hacia la presa. Luego, se lanzó hacia su futura víctima golpeando la arena con sus pezuñas.

El suelo estaba cubierto de osamentas. Teseo recogió la más grande y la blandió. En el momento en que el monstruo iba a ensartarlo, se apartó para asestarle en el morro un golpe suficiente para liquidar a un buey... ¡pero no lo bastante violento para matar a un Minotauro!

El monstruo aulló de dolor. Sin dejarle tiempo de recuperarse, Teseo se aferró a los dos cuernos para saltar mejor encima de los hombros peludos. Así montado, apretó las piernas alrededor del cuello de su enemigo y, con toda su fuerza, ¡las estrechó! Privado de respiración, el monstruo, furioso, se debatió. ¡Ya no podía clavar los cuernos en ese adversario que hacía uno con él! Pataleó, cayó y rodó por el suelo. A pesar de la arena que se filtraba en sus orejas y en sus ojos, Teseo no soltaba prenda, tal como Ariadna se lo había recomendado.

Poco a poco, las fuerzas del Minotauro declinaron. Pronto, lanzó un espantoso mugido de rabia, tuvo un sobresalto... ¡y exhaló el último suspiro! Entonces, Teseo se apartó de la enorme cosa inerte. Su primer reflejo fue ir a recuperar el hilo de Ariadna.

El silencio insólito y prolongado había atraído a sus compañeros.

—Increíble... ¡Has vencido al Minotauro! ¡Estamos a salvo!

Teseo reclamó su ayuda para arrancar los cuernos del monstruo.

—Así —explicó—, Minos sabrá que ya no queda tributo por reclamar.

—¿De qué serviría? Por cierto, nos hemos salvado. Pero nos espera una muerte lenta: no encontraremos jamás la salida.

—Sí —afirmó Teseo mostrándoles el hilo—. ¡Miren!

Febriles, se pusieron en marcha. Gracias al hilo, volvían a desandar el largo y tortuoso trayecto que los había conducido hasta el Minotauro. A Teseo le costaba calmar su impaciencia. Se preguntaba qué dios benévolo le había dado esa idea genial a Ariadna. Pronto, el hilo se tensó: del otro lado, alguien tiraba con tanta prisa como él.

Finalmente, luego de muchas horas, emergieron al aire libre. El héroe, extenuado, tiró los cuernos sanguinolentos del Minotauro al suelo, cerca de la entrada.

—¡Teseo... por fin! ¡Lo has logrado!

Loca de amor y de alegría, Ariadna se precipitó hacia él. Se abrazaron. La hija de Minos echó una mirada enternecida al enorme ovillo desordenado que Teseo, todavía, tenía entre las manos.

—A pesar de todo —le reprochó sonriendo—, hubieras podido enrollarlo mejor...

El alba se acercaba. Acompañados por Ariadna, Teseo y sus compañeros se escurrieron entre las calles de Cnosos y llegaron al puerto.

—¡Perforen el casco de todos los navíos cretenses! —ordenó.

—¿Por qué? —se interpuso Ariadna, asombrada.

—¿Crees que tu padre no va a reaccionar? ¿Que va a dejar escapar con su hija al que mató al hijo de su esposa?

—Es verdad —admitió ella—. Y me pregunto qué castigo va a infligir a Dédalo, ya que su laberinto no protegió al Minotauro como lo esperaba mi padre2.

Cuando el sol se levantó, Teseo tuvo un sueño extraño: esta vez, fue otro dios, Baco, el que se le apareció.

—Es necesario —ordenó—, que abandones a Ariadna en una isla. No se convertirá en tu esposa. Tengo para ella otros proyectos más gloriosos.

—Sin embargo —balbuceó Teseo—, le he prometido...

—Lo sé. Pero debes obedecer. O temer la cólera de los dioses.

Cuando Teseo se despertó, aún vacilaba. Pero al día siguiente, la galera debió enfrentar una tormenta tan violenta que el héroe vio en ella un evidente signo divino. Gritó al vigía:

—¡Debemos detenernos lo antes posible! ¿No ves tierra a lo lejos?

—¡Sí! Una isla a la vista... Debe ser Naxos.

Atracaron allí y esperaron que los elementos se calmaran.

La tormenta se apaciguó durante la noche. A la madrugada, mientras Ariadna seguía durmiendo sobre la arena, Teseo reunió a sus hombres. Ordenó partir lo antes posible. Sin la muchacha.

—¡Así es! —dijo al ver la cara llena de reproches de sus compañeros.

Los dioses no actúan sin motivo. Y Baco tenía buenas razones para que Teseo abandonara a Ariadna: seducido por su belleza, ¡quería convertirla en su esposa! Sí, había decidido que tendría con ella cuatro hijos y que, pronto, se instalaría con él en el Olimpo. Como señal de alianza divina se había prometido, incluso, regalarle un diamante que daría nacimiento a una de las constelaciones más bellas...

Claro que Teseo ignoraba las intenciones de ese dios enamorado y celoso. Singlando de nuevo hacia Atenas, se acusaba de ingratitud. Preocupado, olvidó la recomendación que su padre le había hecho...

Apostado a lo alto del faro que se erigía en la entrada del Pireo, el guardia gritó, con la mano como visera encima de los ojos:

—¡Una nave a la vista! Sí... es la galera que vuelve de Creta. ¡Rápido, vamos a advertir al rey!

Menos de tres kilómetros separan a Atenas de su puerto. Loco de esperanza y de inquietud, el viejo rey Egeo acudió a los muelles.

—¿Las velas? —preguntó alzando la cabeza hacia el guardia—. ¿Puedes ver las velas y decirme cuál es su color?

—Ay, gran rey, son negras.

El viejo Egeo no quiso saber más. Loco de dolor, se arrojó al mar y se ahogó.

Cuando la galera atracó, acababan de conducir el cuerpo del viejo Egeo a la orilla. Teseo se precipitó hacia él. Adivinó enseguida lo que había ocurrido y se maldijo por su negligencia.

—¡Padre mío! ¡No... estoy vivo! ¡Vuelve en ti, por piedad!

Pero era demasiado tarde: Egeo estaba muerto. La tristeza que invadió a Teseo le hizo olvidar de golpe su reciente victoria sobre el monstruo. Con amargura, el héroe pensó que acababa de perder a una esposa y a un padre.

—¡A partir de ahora, Teseo, eres rey! —dijeron los atenienses, inclinándose.

El nuevo soberano se recogió sobre los restos de Egeo. Solemnemente, decretó:

—¡Que este mar, a partir de ahora, lleve el nombre de mi padre adorado!

Y a partir de ese día funesto, en que el vencedor del Minotauro regresó de Creta, el mar que baña las costas de Grecia lleva el nombre de Egeo.

Mientras tanto, Ariadna se había despertado en la isla desierta. En el día naciente, vio a lo lejos las velas oscuras de la galera que se alejaba. Incrédula, balbuceó:

—¡Teseo! ¿Es posible que me abandones?

Siguió el navío con los ojos hasta que se lo tragó el horizonte. Comprendió, entonces, que nunca volvería a ver a Teseo. Sola en la playa de Naxos, dio libre curso a su pena; gimió largamente sobre la ingratitud de los hombres.

Luego, Ariadna reencontró sobre la arena su labor abandonada.

Retomó las agujas. Y en espera de que se realizara el prodigioso destino que ella ignoraba, puso nuevamente manos a la obra.

Tejía a la vez que lloraba.

El poeta latino Catulo (siglo i) y, más tarde, Ovidio en sus Metamorfosis relatan este mito.


(Fuente: Mitos y leyendas 1, Editorial Cántaro)


ACTIVIDAD

  1. ¿Cómo se llamaban los reyes enfrentados?

  2. ¿Quiénes eran los padres de Teseo y Ariadna?

  3. ¿Cuántas personas eran llevadas al laberinto?

  4. ¿Qué hace Teseo cuando su padre le cuenta la historia?

  5. ¿Qué le revela Poseidón a Teseo durante el viaje?

  6. ¿Qué le da Ariadna a Teseo para ayudarlo a salir del laberinto? ¿Qué le pide a cambio?

  7. ¿Cómo era el Minotauro?

  8. ¿De qué manera Teseo logra vencerlo?

  9. ¿Por qué le arrancó los cuernos al cadáver?

  10. Una vez fuera del laberinto ¿Qué hacen Teseo y los demás?

  11. ¿Qué le pide Baco a Teseo? ¿Teseo cumple?

  12. ¿Qué intenciones tenía Baco con Ariadna?

  13. Contá con tus palabras el episodio de las velas negras ¿Qué resultado tuvo el olvido de Teseo?

  14. ¿Por qué este texto es un mito?



miércoles, 3 de enero de 2018

Estereotipo

Estereotipo

I

C. es, exteriormente, todo lo que se espera de un preso. Corte de pelo "turro", cejas depiladas, vestimenta de gimnasia, tatuajes de tinta china.

Cuando llegó al aula todos mis prejuicios dispararon señales de alarma. El curso estaba tranquilo, se trabajaba muy bien y, si había problemas entre ellos, nunca los noté dentro del aula. "Los problemas se arreglan en el pabellón", me decían. La presencia de C., pensaba, venía a ponerle una cuota de tensión al curso. Sinceramente pensé que estábamos mejor sin él.

C. tenía la materia parcialmente aprobada, por lo que solo debía cursar un período breve de tiempo para acreditar los saberes de la materia y aprobarla. Ese período lo debía fijar yo. Como en ese momento el horario de mi materia se le superponía con el de otra asignatura, quedamos en que aparecería cerca de fin de año para hacer un trabajo evaluativo final.

Llegó a cuatro clases de terminar el año. Se excusó argumentando que en esa época se le había complicado mucho la autorización para "bajar" a educación, cosa que era cierta. Mientras explicaba su situación, tropezaba con su lengua evidenciando el efecto de alguna droga.

Supuse que no iba a aprobar porque tenía que ver mucho en poco tiempo, la mayoría por su cuenta.

El tema era texto argumentativo. Definición, características, recursos, ejemplos. Debía analizar dos textos extensos acerca de la educación en contextos de encierro, hacer dos trabajos prácticos y finalizar la unidad con un texto argumentativo propio acerca del tema, con una extensión determinada. Para muchos este texto representó el trabajo de producción individual más extenso que escribieron en sus vidas.

C. se fue quedando cada vez más solo conmigo porque los alumnos que tenían la nota cerrada no asistían más a clases. Las últimas dos clases estuvimos solos él y yo.

Juntábamos dos mesas y pasábamos la clase así, frente a frente. Lo primero que noté estando cerca de él fueron las cicatrices, ordenadas una encima de otra a lo largo de los antebrazos, producto de cortes con gillette que él mismo se había hecho. Cuando lo vi solo, observé los tatuajes, inmediatamente conecto todo con el estereotipo que tenía en la cabeza, dejé de verlo a él para observar al delincuente que tengo en mi cabeza y cada rasgo que veía buscaba confirmar en él mi imagen interna. Todo lo demás se me pasó por alto.

Uno de los rasgos que se me pasaron fue el interés que ponía en la lectura de los textos. Al principio asumí que estaba tratando de quedar bien frente a mí. Me equivoqué.

Las últimas dos clases antes del examen, esas dos en las que quedamos solos, se largó a hablar. Entrar solo al final del año a un curso armado, con todos los códigos relacionados con cuestiones internas de los pabellones y el tema del poder rondando el curso lo volvió callado por precaución. Otra vez la cuestión de la tumba, esa sensación de que todo es amabilidad y buena predisposición pero que hay también un muro que no podés atravesar. Sospechás que atrás de ese muro hay mucho, pero mucho, sabés que está todo eso ahí y que todos los alumnos lo conocen, y los guardias, y vos no. Por momentos alguien se olvida y dice algo, se da cuenta y luego calla. Eso es lo único que tenés, el único agujerito en el muro por el que ves un poquito del otro lado. En base a eso podes sospechar, conjeturar, hipotetizar, pero nada más.

Cuando C. estuvo solo empezó a hablar y descubrí muchas cosas. Había leído los textos que tenían testimonios de internos de otros penales en relación con la educación. Todas las experiencias eran positivas. Un condenado a 40 años que se había recibido de profesor y trabajaba en el penal como docente de sus propios compañeros, entre otros.

Me contó que después de leerlos se los mostró a los compañeros del pabellón, porque el profesor del ejemplo había sido un asaltante de camiones blindados, delito considerado de alta estima dentro del penal.

Los presos siguen con mucho interés las historias de algunos presos. Existe una jerarquía de delitos. Robar blindados o bancos tiene una valoración muy alta. "No cualquiera se regala con un blindado o un banco. Ahí te matan, no hay historia". El que roba sin arriesgarse, el rastrero, tiene baja jerarquía. Los violadores están separados del resto. Y así.

Los compañeros de C. también leyeron los artículos. Analizó las cuestiones formales bastante bien, teniendo en cuenta que no tuvo clases de consulta ni recibió explicación más que de los textos teóricos. Trabajamos las dos clases sobre eso y empezó a elaborar el borrador de su texto.

La valoración de la educación es muy alta tanto para C. como para los demás. La posibilidad de terminar la secundaria (le falta mi materia y una más) era un sueño que se transformó en proyecto dentro del penal, y ese proyecto en una realidad que motoriza otros proyectos, como el de la universidad. "Los que estudian tienen un espacio dentro del pabellón, sus mesas y sillas y libros. No crea que les dieron el lugar, se lo armaron ellos y se hicieron respetar ellos para que le respeten el espacio. Acá hay que hacerse respetar. Usted los mira y son distintos, están en otra. Yo quiero ver si puedo, quiero ser como ellos y estar en otra. Si no estás en otra el encierro te come la cabeza y empezás a caer en las boludeces. Quiero estudiar para ser distinto, para llevarle el título a mi familia y que vean que yo, que soy la decepción de la familia, que me hicieron la cruz y que no esperan nada de mí, terminé la secundaria que ellos no terminaron y voy a la universidad que ellos no conocen”.

II

El 95% de los presos argentinos no terminó la secundaria. C. pertenece a un sector social que piensa que la secundaria no es para ellos. No por vagancia, no por falta de capacidad. Piensa eso porque es lo que dice la tradición, la historia familiar, la trayectoria de los amigos del barrio y su experiencia personal. Sumado a los medios, la gente de afuera, el trato de los adultos en la escuela, etc.

C. empieza la secundaria por varios motivos, pero el central, ese que le da el empujón de entrada y el que le pone freno al abandono es el estímulo educativo presente en la ley 24.660, que estipula la posibilidad de salir meses antes en libertad condicional por aprobar los diferentes niveles de escolarización dentro de la cárcel, como también por realizar cursos de formación profesional.

Me cuentan profes que están en esto desde hace más tiempo que yo, que antes de la implementación del estímulo educativo las aulas de los penales estaban vacías y que, luego del estímulo, las aulas se llenaron.

Es decir que fue un éxito a los fines para los que fue pensado. Estimuló el ingreso al sistema educativo.

Escucho que se cuestiona el estímulo educativo porque los alumnos van a la escuela por los motivos equivocados, la educación pierde sentido en sí misma para convertirse en un medio para un fin.

Entiendo, pero ¿cuáles son las razones que llevan a los adolescentes a ir a la escuela? Casi siempre obligación. ¿Y a los adultos fuera de la cárcel? La mayoría busca un título que le posibilite el acceso a un mejor trabajo. El resto viene después. ¿Por qué van, entonces, los presos a la escuela? Para salir antes.

Salvando excepciones, no encuentro en ninguna de las modalidades de la educación secundaria la valoración de la educación como un fin en sí mismo. Que lo que pasa dentro de las aulas se vuelva, citando el aburrido y monótono vocabulario de la pedagogía, "significativo" para los alumnos, es el gran desafío de los profesores.

El día en que la mayoría de los alumnos se inscriba en la escuela para tener un horizonte amplio que le permita construir activamente una visión crítica de sí mismo y del mundo, ese será el día en que tendremos resueltas un montón de cuestiones en materia de educación. Mientras tanto tenemos esto, gente en las aulas con las cuales trabajar. No es poco, realmente.

III

Más estadísticas. Del 95% de los presos que no terminó la secundaria, el 44% no terminó la primaria. Trato de pensar en cuántas personas de mi entorno conozco con la primaria incompleta. Ni uno solo. Después de años y años, la educación sigue siendo un privilegio de clase.

Hay presos analfabetos. Desde mi perspectiva, desde mi burbuja, el analfabetismo estaba erradicado. Pero resulta que en la cárcel hay más de uno. Quisieron empezar la primaria pero rápidamente desistieron. Los maestros parten de la idea de que sus alumnos saben leer y escribir, sumar y restar. Que estos alumnos no sepan eso provoca un desfasaje muy importante con el resto de la clase. El sentimiento es de vergüenza, dejan de ir a la escuela y se quedan en el pabellón.

La maestra encargada de primaria solicitó con urgencia una maestra alfabetizadora para atender a estos casos.

Me quiero imaginar cuánto del mundo podría entender sin saber leer. ¿Qué tan extenso podría ser mi horizonte?

Si a eso le agrego un muro con alambres y guardias frente a mi cara, ¿a qué se reduce el mundo?

viernes, 3 de noviembre de 2017

La ley del ex

La ley del ex

Hoy me encontré en una fotocopiadora fuera de la cárcel con un ex alumno del penal. Yo iba a sacar copias para la escuela, él iba a imprimir unos CV y cartelitos para pegar en las paredes. La verdad es que la sensación que me produjo al verlo del otro lado es intransferible, pero está relacionada con la felicidad. Nos dimos un abrazo. Sabía que terminaba el secundario el año pasado y que, si le concedían el beneficio del estímulo educativo, recibiría la libertad asistida en febrero. Es asistida y no condicional, porque es reincidente. Cuando vas preso por primera vez podés acceder a la libertad condicional con dos tercios de la condena completa, siempre que completes una serie de requisitos. Cuando sos reincidente, podés acceder a la libertad asistida, que implica salir 6 meses antes de cumplida la condena, también cumpliendo con una serie de requisitos.

Charlando con él mientras esperábamos a que nos atendieran empecé a sentir una angustia que le fue ganando a todas las demás emociones y que ahora escribo como necesidad, como para sacarla un poco de adentro leyéndola desde afuera.

Adentro del penal era alegre, seguro, optimista de cara a su próxima liberación, un hiperarchicordobés jodón. Salíamos juntos del penal después de clases. Yo volvía a mi casa y él salía de transitoria. Íbamos juntos por el pasillo hasta que en el portón a él lo demoraban para requisarlo. Le veía la cara mientras caminábamos juntos y se notaba que contenía las ganas de empezar a correr feliz hacia la puerta.

Cuando lo encontré afuera estaba con un grado de angustia próximo a la desesperación. "Está muy duro, profe. Fui a Córdoba a visitar a mi familia y me volví. Licenciaron a los empleados de las automotrices, toda la obra pública está parada. Me volví enseguida porque allá no iba a encontrar trabajo y porque ahí está mi vieja vida. No quiero volver a la vieja vida. Vine acá y estoy buscando trabajo pero está todo muy jodido. Acá le dejo papelitos para que reparta a sus amigos. Jardinería, albañilería, pintura, gasista. Hago de todo, profe."

El curriculum lo llevó escrito a mano. No tiene compu. En la fotocopiadora los chicos se lo tipean y le ponen la foto por 20 pesos.

Mis alumnos del penal pueden tener diferencias entre ellos, pero en algo la coincidencia es total: ninguno quiere volver nunca más a la cárcel. Sin embargo, el índice de reincidencia de las condenas por robo es de aproximadamente el 40%.

Cuando se habla de inseguridad, los indignados piden más policía, más cárceles, penas más fuertes. Nadie pide más trabajo.

Existe dentro de la ley la figura del "patronato de liberados", institución que recibe a los presos que son liberados y realiza un seguimiento, apoyo, contención, para reinsertarse en la sociedad. Desconozco si ese patronato acá no existe, o existe y está saturado, pero los alumnos se quejan de que en La Pampa te abren la puerta y vos manejate.

En tiempos de ajuste, de recesión, ¿cuánto tiempo va a pasar para que el "hago de todo, profe" pase a ser "hago cualquier cosa"?

Paréntesis: miremos de reojo la teoría del pobrecito. Es cierto que los factores sociales condicionan e inclinan al delito. El escandaloso porcentaje de detenidos provenientes de sectores socioeconómicamente vulnerables es prueba suficiente de ello. Pero también es cierto que no todo pobre agarra un arma. No va por ahí la cosa, no hay que caer en la ingenuidad y el discurso medio salame del progresista de plastilina. Pero un tipo que va preso tiene derechos. Todos, en realidad, menos el ambulatorio. Y cuando sale tiene garantías legales que le permiten reinsertarse luego de cumplir su condena sin volver a delinquir. Esto no se cumple y la vulnerabilidad que este incumplimiento genera es desesperante.

Si algún evento accidental, extraordinario, totalmente fuera de lo común, no sucede en la vida de mi ex alumno, su futuro es engrosar ese 40%. Eso, o la mendicidad. Y la gente lo verá en el diario y dirá ahí lo tenés, que se pudra por chorro, encima le damos de comer y le pagamos un sueldo. La misma gente que no lo tomaría en un trabajo que le permita torcer su destino que implica tácitamente que, quien entra, no sale nunca más.

37 años tiene mi ex alumno.

Como última actividad del año pasado analizamos en el curso la educación en contexto de encierro y su potencial como herramienta de reinserción social. Leímos textos varios, vimos, conocimos experiencias, opiniones, estadísticas. Como trabajo final mi alumno escribió un extenso texto argumentativo. Transcribo algunas partes. No imagino otro cierre para todo esto:

"Reincide el Estado y la reincidencia la paga el reo:
Sostengo por experiencia propia que si el Estado no reincidiera en el incumplimiento del tratamiento de reinserción del reo a la sociedad, el índice de reincidencia sería de solo un dígito.
El estado es muy eficaz a la hora de apresar a personas que han cometido un delito, sobre todo si éste tiene antecedentes. Es muy fácil para el estado y la sociedad en general condenar a una persona a penas más duras por tener antecedentes, aunque la misma constitución expresa que una persona no puede ser condenada dos veces por el mismo delito. Es decir, lo que ya pagaste no es agravante para otro delito.
Sin embargo yo pienso que es el Estado el que reincide en su ineficacia como organismo de reinserción del reo, y sin embargo no tiene pena alguna por abandonar personas, siendo la principal institución que tiene que velar por los derechos de las personas.
Esto es muy fácil de comprobar cuando leemos la ley 24.660 en su totalidad. Esta ley fue sancionada a los 19 días del mes de junio de 1996, en el capítulo VII art. 106 a 132, trata de los derechos laborales del detenido. Esto recién comenzó a regir efectivamente en el 2011. El capítulo VIII, referido a la educación, fue modificado el 27 de julio de 2011 y recién ahí comenzó a funcionar. Antes este derecho era negado.
Sin embargo, lo que continúa ausente o mejor dicho lo que el estado sigue incumpliendo, es lo expuesto en el capítulo XIII "Asistencia postpenitenciaria" y cap XIV "patronato de liberados", los cuales hablan claramente del seguimiento del reo y el cumplimiento del estado con el reo para su reinserción en la sociedad. El estado abandona al reo y la sociedad, en un acto de discriminación, al tener antecedentes penales, también lo abandona. Pero ¿Quién juzga al estado por su reincidencia en el incumplimiento de su obligación?"

miércoles, 25 de octubre de 2017

Bondi

Bondi
En el penal, como en todo lugar con mucha gente, existe un constante ruido de fondo. Puertas, voces en el patio, voces en los pasillos, las otras aulas. En fin un “Muro de sonido” a lo Phil Spector, con varias capas superpuestas, algo perfectamente normal en un edificio tan grande.

Algunos alumnos me estaban contando la razón por la que no estuvieron yendo a clases. El pabellón castigado durante semanas luego del "gran quilombo", otro pabellón castigado por otra cosa, clima tenso en el penal.
"Hay bondi, profe. ¿No escucha los portazos?" "Seguro ahora cortan el paso y nos vienen a buscar".
Comienzo a prestar atención al ruido de afuera. Como siempre, no puedo distinguir nada particular en el muro de sonido. De repente empiezo a distinguir un sonido que se hacía cada vez más fuerte, estaban cerrando puertas cada vez más cerca de nosotros.
No entiendo cómo detectaron el cierre de las puertas antes que yo. Frente a la confirmación, el clima y los modos cambiaron. Abandonaron parcialmente el registro formal y empezaron a organizar todo en velocidad.
_Se pudrió todo. Usted tranquilo. Si se arma bondi acá adentro nosotros hacemos un cerco alrededor suyo y corte que lo tenemos de rehén.
_ eh?
_ de rehén bien, para que no le pase nada. Si entra el servicio no se preocupe, no tocan a los guardapolvos blancos. Pero tampoco nos pueden tocar a nosotros, así que si nos quieren fajar usted los frena porque no hicimos nada y estamos en su clase.
_ ehhh... Bueno.
_profe ¿no le puedo dar algo para que me lo guarde por si cae la requisa?
_ eh?
_ no profe. Olvídese. Lo comprometo al pedo.

Te regalo los dos minutos esperando a que nos vinieran a patear la puerta. Finalmente no llegaron a las aulas. Cortaron el paso antes.

Me quedo con la organización áulica para protegerme, el no abandono del usted para referirse a mí cuando la cosa se puso brava y la cara de todos mientras esperaban que algo pasara. El clima ahí adentro cambió tanto y se hizo tan denso que es como si la misma gente se volviera otra gente. Lo bueno es que la otra gente también quería defenderme.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Primavera

Primavera Otro día sin clases por "tránsito cortado". Eso significa que por algún problema se prohíbe entrar y salir del penal, como así también circular por los pasillos. Estos problemas tienen siempre que ver con peleas dentro de los pabellones, o entre pabellones, o en los pasillos comunes. Si te agarra afuera, no podés entrar. Si te agarra adentro, no podés salir. Existe una relación directa entre los días lindos y los problemas en el penal. En los días lindos la violencia se presenta con mayor facilidad. Desde septiembre/octubre empieza la temporada de tránsito cortado. Influyen, claro, otros factores: la cercanía de las fiestas, las vacaciones, la asignación de condicionales y asistidas. La tensión cotidiana en ese lugar supongo que justifica un problema en cualquier momento del año. Pero lo cierto es que a la hora de armar estadísticas, el calor trae los problemas, porque los días se ponen lindos y la necesidad de estar afuera se vuelve inaguantable. Esta cárcel es una Colonia Penal. El régimen de colonia permite pasar mayor tiempo en espacios abiertos, viendo el cielo y sintiendo el sol. En Ezeiza (máxima seguridad) un alumno me contaba que "podía ver el sol sin barrotes" una vez por semana, durante una hora, en una cancha de fútbol. Acá tienen mucho espacio para ver el horizonte sin las limitaciones inmediatas de los muros. Estudios indican que una persona viviendo entre muros durante mucho tiempo comienza a tener problemas de visión debido a la imposibilidad de mirar algo lejano. Todo termina cerca, en un espacio cerrado. Saliendo de ese espacio aparece otro espacio cerrado y así. Un horizonte siempre inmediato. El régimen de Colonia es una alternativa, la posibilidad de un horizonte. Para que una Colonia pueda funcionar como tal, el nivel de control debe ser menor, con más libertad de desplazamiento por parte de los internos. Los presos se quejan de que esta colonia no funciona como tal, que las autoridades del penal se comportan como si estuvieran en un penal de máxima. El servicio penitenciario justifica el endurecimiento de la seguridad con los constantes problemas de los internos. No entiendo muy bien qué vino primero, qué hecho generó que cosa, pero lo cierto es que la tensión está siempre presente. La escuela se encuentra siempre en el medio, negociando espacios y conductas en medio de una disputa territorial. Entonces llega la primavera en este contexto y la cosa se pone brava. Tiene lógica: cuando está lindo uno tiene ganas de salir. Estando encerrado, esas ganas se deben multiplicar por un millón. Cuando está lindo y se acerca navidad o año nuevo y toda la familia se junta, ni me quiero imaginar. Hoy amaneció frío y lluvioso. hasta el mediodía estuvo así. Después se puso lindo, templado con un sol hermoso de esos que dan calor sin campera. Las clases arrancaron con normalidad los primeros módulos pero a mitad de jornada se pudrió y suspendieron las actividades en la escuela. transito cortado, no vengas. Un día de lluvia un alumno miró las innumerables goteras y me dijo: "parece mentira, llueve más adentro que afuera".