domingo, 1 de enero de 2012

Ring - Tone

El observador que transpira tiene en su celular un tono indicador de mensajes entrantes más bien tradicional y sobrio. Consta de un sonido que se repite (pi-pi), seguido por un breve instante de silencio, para luego concluir con la misma secuencia sonora del comienzo (pi-pi).
No usa otro porque cree que ya está grande y porque ya está habituado a su sonido, al punto de reaccionar solo ante ese sonido y no a otro. Una vez lo intentó cambiar y no reconoció el nuevo tono. El celular sonó reiteradas veces provocando un creciente malestar en la gente. Para cuando el observador se dio cuenta, la concurrencia mostraba signos de evidente indignación.
Cuando se lo olvida prendido en un lugar que no debe y un mensaje llega, escucha los dos primeros pips e intenta desesperadamente, en el instante de silencio que sigue, apagar como sea el celular. El problema es que ese breve espacio de tiempo nunca resulta suficiente, y tanto él como la concurrencia están condenados a escucharlo nuevamente, para desgracia del observador y malestar de la los demás.
Por eso sabe que, en el momento fatal en que los dos primeros pips le revelan que se olvidó de apagar el celular, se sucede un instante, apenas un segundo de silencio fatal en que el observador anticipa mentalmente la repetición de la desgracia sin poder hacer nada para detenerlo.
Ese instante es, para el observador que transpira, un chispazo, una revelación, epifanía que revela con intensidad la inminencia de una tragedia de la que solo podemos ser víctimas. Luego de la desesperación inicial, surge el estoicismo, el pedido de disculpas y escuchar los segundos pips con la dignidad de quien toca el violín mientras el barco se hunde irremediablemente.

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