viernes, 29 de julio de 2011

El don y la responsabilidad

A través de los años, su mediocridad voluntaria lo había transformado en un excelente observador de otras personas, un observador capaz de descubrir detalles íntimos de totales desconocidos prestando atención a rasgos que para un observador común hubieran resultado irrelevantes. Esto, pensó, podría constituir una cualidad nueva, una cualidad adquirida que reemplazara a la transpiración, aunque lamentablemente no pueda eliminarla.
Al darse cuenta de que se encontraba ante la posibilidad de tener dos dones en lugar de uno, se emocionó pensando que al fin se encontraría en igualdad de condiciones con respecto al resto de las personas, porque aunque su don no fuese innato (se trata más bien una habilidad adquirida), igualmente sería bien recibido por la sociedad si lograba perfeccionarlo al máximo con esfuerzo y dedicación.
Pero casi simultáneamente entendió que la única posibilidad de desarrollar su nueva cualidad de observador era manteniendo e incluso perfeccionando su mediocridad, ya que para tener éxito en su observación necesitaba no ser nunca el centro de atención. Es más, de ser posible debía ser imperceptible, para formar parte de los diferentes círculos sociales sin que los demás lo vean.
Por un momento el observador que transpira sintió tristeza de sí mismo, pero luego escrutó el horizonte, recordó a Aquiles y también al hombre araña, y asumió su destino con la entereza moral que el caso ameritaba

2 comentarios: