domingo, 16 de enero de 2011

El observador que transpira: a modo de introducción

I
Transpira. Transpira todo el tiempo. Transpira de día, de noche, con calor, con frío, en invierno o en verano. Siempre supuso que la eterna humedad, que junto con el viento caracteriza a la ciudad, era el principal desencadenante de su crónica transpiración. Pero lo cierto es que nunca conoció a nadie de esa ciudad ni de ninguna otra que transpirara tanto como él. Esto le provoca una cantidad aún mayor de inconvenientes a la hora de relacionarse con la gente. Digo aún mayor porque siempre fue una persona introvertida, y ya no sabe si su introversión se agrava por su transpiración crónica, o es la transpiración lo que vuelve introvertido.
Más de una vez escuchó que todas las personas tienen algo por lo que se destacan de las demás. Una cualidad, a veces un don, que los hace únicos. Luego de mucho reflexionar el observador que transpira se dio cuenta de que su rasgo destacado era la cantidad de transpiración. Desde ya que estaba algo desilusionado. Si alguien le preguntara en qué se considera único, él, siendo sincero con quien pregunta y consigo mismo, tendría que responder “transpirar”. No es algo atractivo, ni siquiera interesante. La gente no le hará toda clase de preguntas acerca de su don y sus aplicaciones, de cuándo se dio cuenta de ese talento, etc. Por eso decidió, desde el momento mismo en que se descubrió su cualidad, ocultarla a los demás. Hoy en día, ante una pregunta de esas características el observador que transpira responde con un “realmente no lo se, creo que nada” y esboza una sonrisa cortés para que el autor de la pregunta se sienta incómodo y cambie de tema sin insistir.
El único problema es que el hecho de ocultar lo que lo hace singular lo vuelve absolutamente ordinario a los ojos de los demás. En este mundo exitista, lo menos que se espera de la gente es que haga una gracia para poder competir en el mercado de gracias con el resto. Pero el observador que transpira optó por la mediocridad y la intrascendencia al riesgo de que la sociedad rechace su cualidad. Lleva su don como un estigma. Por lo demás, nunca le interesó sobresalir, por lo que el hecho de que lo tachen de ordinario o aburrido nunca le molestó.
Así, el observador que transpira vive en función de su transpiración, o transpira en función de su vida, transpirando aunque solo observe o transpirando porque solo observa, o algo así.

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